miércoles, 19 de enero de 2011

La vida en las aulas y algunos aportes de teóricos contextualistas

Jackson considera “la vida en las aulas” como una experiencia cotidiana y monótona que involucra la vida de innumerables personas, carente de significado en algunos casos, pero que está caracterizada por una serie de trivialidades que nos ayudan a comprender la forma en que los alumnos sienten la experiencia escolar y la abordan.

Trivialidades que se esconden en el arreglo físico de las aulas, haciéndolas mas hogareñas, mas interesantes o llamativas, pero que mantienen la estabilidad ritualista y repetitiva en la cantidad de pupitres, escritorios, olores, en las mismas actividades y hasta en la forma social de ver todos los días al mismo profesor y al mismo grupo de alumnos.

Es, en este contexto, donde se desarrolla gran parte de la vida de los alumnos y se construyen dinámicas que permitan alcanzar los objetivos propuestos institucionalmente además de equilibrar los conflictos con los propios deseos. Es allí donde nos encontramos con tres hechos vitales de la vida escolar: masa, elogio y poder.

La primera se resume en la siguiente frase: “lo importante no es sólo lo que hacemos, sino lo que otros piensan que realizamos”[1]. La mayor parte de las actividades realizadas en la escuela se hacen con otros, o al menos, en presencia de otros y esto tiene profundas consecuencias para la determinación de la vida de un alumno. Requiere una adaptación del estudiante a vivir bajo la condición constante de que sus palabras y acciones serán evaluadas por otros. Adaptación que le ayudará a superar, también las interminables colas invisibles producto del mismo hacinamiento, los rechazos y las interrupciones bruscas por parte del profesor y/o compañeros. El alumno tendrá, en palabras de Jackson, que “aprender a estar solo en el seno de una masa”[2].

El poder es una variable que poco se menciona en la relación docente - alumno, pero que está fuertemente marcada en cada tarea que se realiza (de hecho, el profesor es el primer “jefe” de los niños), dado que los estudiantes aprender a manejarse con estas reglas de juego: libertad, privilegio y responsabilidad. Acomodarse en esta estructura de poder no es una tarea sencilla que debe asumir el infante, es parte de la “educación para la vida”, efectivamente ya que las estructuras de poder en el aula son similares a las que encontrará en su vida de adulto.

Los elogios forman parte de estas reglas y permiten negociar, en muchos casos, las tareas guiadas por el profesor en la dinámica del aprendizaje. Un currículum oculto que deja entrever que la buena conducta produce beneficios y hasta garantiza el éxito del alumno. En suma, si el alumno quiere salir ileso de la escuela debe aprender a vislumbrar qué le gusta a quien ostenta el poder y qué es lo que lo hace enojar y actuar en consecuencia.

El sometimiento a un horario, el control sobre los recursos materiales y considerar algunos estudiantes en demora de otros mas rápidos son algunas de las tareas que lleva a cabo el docente en pos de cumplir las exigencias institucionales a las cuales se remite. La evaluación propia en función de lo alcanzado y las cualidades personales de los alumnos suponen una tarea compleja, si bien se reduce al logro de los objetivos educativos por parte de los alumnos, conlleva la explicación de lo que representa un aula bien regida.

Así también, los alumnos deben someter sus propios deseos a la voluntad del profesor y a supeditar sus propias acciones al bien común. Aprende a ser pasivo y a aceptar el conjunto de reglas, normas y rutinas en que está inmerso, a tolerar frustraciones mínimas y a aceptar planes y políticas de autoridades superiores incluso cuando su razón queda inexplicada y su significado no esta claro.

“Aprender a desenvolverse en la escuela supone, en parte, aprender a falsificar nuestra conducta[3]. Esto en palabras de Jackson se refiere a hacer principalmente lo que manda el profesor, ganando su aprobación y obteniendo buenas calificaciones académicas por el simple hecho de beneficiarse del trabajo escolar[4]. Lo que llama Motivación Extrínseca, y que rige el sistema escolar por el simple hecho de generar este vaivén de premios y castigos.

Por otra parte, lo denominado Motivación Intrínseca, esto es que el alumno pueda encontrarle sentido a lo que aprende, otorgarle importancia y utilidad es algo totalmente limitado a una serie de conductas y/o destrezas.

A este respecto Perrenoud menciona “el proyecto escolar no es un proyecto de los niños sino, en verdad, un proyecto atribuido a los niños pero impuesto sobre ellos por una cultura adulta”[5].

Ricardo Baquero profundiza la mirada de las aulas enfocándose en el aprendizaje escolar, más precisamente en considerar las unidades de análisis que, a lo largo de los tiempos, han intentado explicar y regular los procesos de apropiación de conocimientos sobre dominios específicos en el seno de las prácticas escolares. Dichas unidades, diádicas (docente/alumno) o triádicas (docente/alumno/saber), se establecieron para otorgar especificidad a las situaciones que se presentaban en el proceso enseñanza-aprendizaje. La tan mentada triada didáctica presentada por Chevallard como “la transposición didáctica”, que pretende entender el funcionamiento de la situación puntual en una clase en un contexto constituido por el sistema de enseñanza, sistema que presenta un ensamble de dispositivos estructurales que permiten el funcionamiento didáctico y donde converge el sistema social, las negociaciones, conflictos y soluciones. Por otra parte, Mialaret demuestra que son tantas las triadas en la educación que no puede pensarse en encasillar al aprendizaje escolar en una de ellas. Por lo tanto, se debe repensar la búsqueda de una unidad de análisis que “contribuya a algo mas que ponerle el marco al aprendizaje, mostrando situaciones de la vida cotidiana y el aprendizaje que tiene lugar en las escuelas bajo una óptica que restituya la comprensión del papel productivo político y de las características estructurales del dispositivo escolar sobre el aprendizaje mismo, y sobre los cursos del desarrollo infantil”[6].

Engëstrom nos acerca al concepto de actividad, que como tal presenta la relación de la actividad instrumental y la interacción social como unidades de análisis de la conformación de las formas superiores del psiquismo. Unidad que nos permite considerar las diversas modalidades que puede adoptar una practica educativa, desde el libro de texto, la construcción de la lengua escrita o formas matemáticas de representación. Considera al alumno como un sujeto constituido por el marco de reglas del dispositivo escolar que no solo responde al docente o al saber sino a toda la comunidad educativa, las relaciones intersubjetivas y el éxito o fracaso en la apropiación de conocimientos.

Por ultimo, se tiene un convencimiento de que el aprendizaje escolar debe ser respaldado y comprendido desde las situaciones que lo producen, así como las regularidades y sesgos de tales situaciones.


[1] JACKSON, PHILIP. “La vida en las aulas”. Ediciones Morata. Madrid, 1992

[2] Ibidem.

[3] Idem.

[4] Por su parte, PERRENOUD, PHILIPPE. “La construcción del éxito y del fracaso escolar”. Ediciones Morata. Madrid, 1990 , afirma que “A menudo, sólo se soporta el trabajo para asegurarse ciertas ventajas o evitarse problemas” esto es aprender el oficio del alumno.

[5] PERRENUOD, PHILIPE. “La construcción del éxito y del fracaso escolar”, en BAQUERO, RICARDO Y TERIGI, FLAVIA. “En búsqueda de una unidad de análisis del Aprendizaje Escolar”. Revista Apuntes. UTE/ CTERA. Buenos Aires, 1996

[6] BAQUERO, RICARDO Y TERIGI, FLAVIA. “En búsqueda de una unidad de análisis del Aprendizaje Escolar”.